Carta de los hinchas al idolo...

Álvaro 'Chino' Recoba es quien es gracias no a una institución, no a una camiseta, no a una habilidad personal, sino gracias a una hinchada. A un grupo de personas –la mitad más muchos- que allá por los años de mayor dolor, sabía diferenciar el fracaso grupal de la grandeza de un hombre. Y me refiero, como ya sospecharán, a la gloriosa hinchada tricolor, porque algo así no lo hace otra. Hay hinchadas que en las malas abandonan, que entonan su cántico preferido 'que se vayan todos', hinchadas que destruyen ídolos. La gente del bolso es especial, y lo sabe cualquiera que se tome la tarea de asistir a un partido en el Gran Parque Central.

Es precisamente esa hinchada, la del decano Club Nacional de Football, que a mediados de los noventa no se cegó por el dolor en el alma del fracaso de su amada institución, y destacó las virtudes de un joven con los ojos achinados. Un pibe que venía de Danubio, del Danubio de aquellos años, un club inexistente para el resto del mundo. El pibe tuvo su gran chance, la chance de mostrar lo que sabía hacer con la camiseta del tricampeón del mundo. Y sin pedir nada a cambio, porque nunca se le reprochó uno solo de los clásicos perdidos, alentó a más no poder a este tal Chino Recoba. Y logró que la prensa se fije en él, y que los rivales le teman, y le enseñó a caminar en el camino del fútbol. Era fácil, estaba aprendiendo en la mejor escuela. El Chinito fue amado por la parcialidad alba, y puesto en un pedestal al que muy pocos privilegiados han tenido acceso. Como un padre que apoya a sus hijos, la hinchada tricolor apadrinó al flaquito de los ojos razgados.

Qué lindo recordar esos tiempos. Es lindo porque los bolsos no sólo recordamos el cariño que le dimos si no, y sobre todo, el talento del pibe. El Chino daba todo, corría, metía, y festejaba los goles con el amor de un hincha. Que lo era. Finalmente se dio lo natural: pase a Europa, gloria, fama, dinero. Fue entonces cuando el afecto se plasmó en una canción: 'Aunque el Chino se vaya, lo vamo a querer, algún día va a volver'.

Pero algo siempre estuvo en la cuenta pendiente del Chino: la selección.

¿Te acordás, Chino, cuando venías desde Europa para que medio estadio te silbe? ¿Te acordás cuando decían que no tenías huevo, que eras pecho frío? ¿Te acordás cuando los periodistas te culpaban por todos los males de la celeste? Si a vos te dolía, imaginate a nosotros, tus seguidores. Vos eras nuestro ídolo, y no queríamos que te enchastren de esa manera. Por eso te defendimos, por eso te alentamos hasta en tus peores momentos, por eso te pedimos siempre, por eso nos llenamos la boca hablando de bien de vos ante los siempre críticos carboneros. Siempre te defendimos, Chinito, como vos defendiste la blanca. Porque te queríamos. Por eso nos entusiasmamos con cada período de pases. Porque queríamos que vuelvas. Ese era nuestro sueño. Por eso hicimos páginas de Internet, blogs, banderas, mandamos cartas… hicimos todo lo que estaba a nuestro alcance para traerte de nuevo a tu casa, con tu familia.

Ahora nada parece tener sentido. ¿Te querés ir a Penadoy? Yo a los pacodistas no les creo mucho, por eso te lo pregunto a vos. ¿Querés, en serio? ¿Qué te dan ellos que no te damos nosotros?

Chino, quiero que sepas que en mi corta vida, he defendido a pocos futbolistas como a vos. Y hablo por mí, y seguramente por muchos otros bolsilludos. Nosotros te elegíamos en los jueguitos de computadora, compramos tu camiseta del Inter. Nosotros subimos el video del gol maradoniano a Internet. Porque somos la misma cosa, Chino, somos Nacional. Nosotros, y vos.

Arriba, Chino querido. Te estamos esperando. Si querés seguir afuera un ratito más, te aguantamos. Pero sabemos, todos los bolsos, que vas a venir con nosotros. Porque no hay otra chance, es imposible. Somos tu familia. Te mando un abrazo, y espero no tener que ser internado por una herida de puñal en la espalda. Fuerza, Chino.

Martín